Desde mi modesto punto de vista y desde los 52 años que llevo explorando críticamente este juego llamado vida, puedo decir que Iván Appelgren es de los grandes.

A él no lo definen sin embargo sus estudios de arquitectura, griego, latín o psicología, sino su permanente entusiasmo por seguir aprendiendo y enseñando.

Lector voraz e investigador apasionado Iván tiene además una calidad humana que lo hace incluso más grande.

Y es que Iván no estudia para ostentar títulos en salones sino para poner lo que sabe al servicio de los demás.

Profundo conocedor del alma humana, muchos son los que han recibido de él la palabra precisa y el consejo oportuno que los ayuda a crecer y a salir adelante.

Por mi parte, soy también un viajero de caminos múltiples.

Me gradué de la carrera de periodismo, hice un diplomado en cine documental, fundé un proyecto de educación para niños y ahora sigo estudios formales para obtener una certificación como coach ontológico.

Como en el caso de Iván, sin embargo, prefiero no escudarme en los papeles demodados que son los títulos en este tiempo y opto más bien por seguir aprendiendo cada día cosas nuevas que me permitan alimentar junto a Iván las luces de nuestro faro.

Esas luces que esperamos sirvan como una modesta guía en estos tiempos de naufragio.